Llegamos a este 1º de mayo, día internacional de la clase
trabajadora, con una tasa de paro que sigue afectando a cada uno de dos menores
de 25 años, con salarios que continúan disminuyendo y con el drama de la
emigración como única salida para muchos/as jóvenes.
La juventud somos quienes tenemos una mayor
tasa de desempleo, y cuando tenemos trabajo nos vemos abocados a la
temporalidad y los bajos salarios o simplemente trabajar de forma gratuita
mediante contratos de prácticas y becas.
Y si hablamos de las mujeres trabajadoras vemos como la brecha salarial
hace que todavía cobremos menos por el mismo salario o que la mayoría de
nuestros empleos sean a tiempo parcial.
Consecuencia de esta situación de precariedad,
temporalidad y presiones en el trabajo es el aumento de los accidentes
laborales, que se llevan cientos de vidas cada año. Y mientras una minoría se enriquece a nuestra
costa la juventud trabajadora nos encontramos sin expectativas de futuro y sin
poder emanciparnos ni tener un proyecto de vida.